Y aquí estoy yo, haciéndome la fuerte para no caerme a pedazos. Frágil como sábado por la mañana, como un te quiero que se aferra a los labios. Temporal y quebradiza.
Con la misma humanidad que me lleva al límite del abismo, levanto la cabeza y me rehúso a mirar abajo. Y me clavo los dientes en la piel para no gritarle al miedo… o al vacío.
¿Yo? Yo estoy bien. A mi no me pasa nada.
Pero sí que pasa.
La tierra se mueve bajo mis pies, se sacude apenas para recordarme que, fuerte o no, ya me estoy cayendo a pedazos.