sábado, 13 de marzo de 2010

Anhelos de Robleza

Si pudiera ser otra cosa, alguien que no fuera yo, pero que existiera en lugar mío, definitivamente sería un roble. Sería un maravilloso roble, grande, de ramas torcidas, juguetón y cuentacuentos, rincón de amantes y refugio de niños. Sería un roble poeta, como todos los buenos robles, que gustan de contar al viento historias tristes mientras permanecen parados con ejemplar estoicismo, auténticos sénecas con voz de sirena.

Si yo fuera un roble, una niña como yo vendría a poner su palma desnuda contra mi piel de elefante fosilizado, a buscar en mi repertorio una existencia sólo para ella. Quizás, como yo ahora, ella susurraría en uno de mis nudos promesas secretas de hazañas nuevas, que sólo yo sabría y sólo yo podría contarle al viento.

En definitiva, si no fuera esta niña extraña en mi propia tierra, sería - sí, estoy segura - sería un magnifico roble.

lunes, 8 de marzo de 2010

Destino

Ay con este monstruo de proporciones magníficas; bestial dragón de dos cabezas, ésta de hielo, la otra de fuego. Destino, cúmulo inmenso de coincidencias tan ilusorias como reales, gigantesco dios prefabricado al que con gusto nos sometemos, temblando y derramando nuestra sangre sobre un arcaico altar de piedra.
¿Quién hay que escape, quién que se jacte de no estar sujeto a esta bestia? Pues si bien el Destino es dios inventado, simple producto de los tristes pasos del guerrero, también el guerrero, sin saberlo, debe llevarlo sujeto a los zapatos.

viernes, 5 de marzo de 2010

Compulsión

Y esta necesidad, esta compulsión por escribir, ¿será real o inventada?

jueves, 4 de marzo de 2010

Ensayo #1

Pretendo tu silencio

Tu boca cerrada en mi boca

Que tus ojos, al verme,

no me hablen de estrellas

vislumbradas lejos,

en otro firmamento.

Pretendo tu silencio,

porque en tu silencio eres mío,

porque puedo fingir,

aunque sea un instante,

que me ves

y no piensas.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Qué triste el lamento del pavo real

Qué triste el lamento del pavo real,

el gemido lento y desgarrado

del narciso que se mira en el estanque

y se encuentra al otro que, como espejo,

le recuerda la soledad perfecta;

la solitaria perfección,

el eco lejano

de otro que igual que él,

se lamenta de un amor jamás habido.

Qué terrible ese grito de ave

desahuciada,

de cigarra abandonada en mes de julio,

de caricia sin dueño,

de hombre emplumado

sin Dios y sin tiempo.

Gemido de cogote enjoyado

que ni pico ni labios han tocado.