Son días de ruido, éstos.
Días capaces de convertir cualquier cosa en ecos resonantes y carentes de significado.
En medio de la guerra,
atrapada en una trinchera que no es sino ruido incesante,
estoy yo.
Y yo soy ruido.
No soy la voz porque no puedo serlo.
Abro la boca para gritar… y no soy más que ruido.
Soy Eco encontrándose con Eco al final del espejo,
pero no hay flecha que me haga deseable.
Infinitamente, cara a cara,
se diluye una palabra que nadie ha pronunciado.