miércoles, 28 de abril de 2010

Tazas rotas

Es cosa francamente horrible
ésta
de recoger los pedazos
una vez más,
de cortarse los dedos y ensangrentar el cristal
y tratar de hacer que las piezas encajen,
y saber que no puede hacerse,
aunque no sea imposible.

Qué cosa tan terriblemente civilizada,
ésta de saber,
que la sangre no es buen pegamento,
y,
aún así,
juntar pedazo con pedazo,
ignorando las ganas de llorar.

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